El vértigo postraumático constituye globalmente una de las secuelas más frecuentes asociadas a traumatismos de cabeza y cuello y a barotraumas. Se entiende como barotrauma un trauma del oído por acción de la presión ambiental a consecuencia de una mala compensación entre ésta y la presión de la caja timpánica, a menudo debida a una variación brusca de la presión ambiental por una mala función de la trompa de Eustaquio.
Aunque la interpretación clínica de algunos vértigos postraumáticos no está exenta de controversia, los síntomas puede ser consecuencia de:
1) Lesiones del oído interno con síntomas claros de vértigo con o sin síntomas auditivos asociados: fractura laberíntica, vértigo posicional paroxístico postraumático (a menudo bilateral), contusión laberíntica sin evidencia de fractura y, fistula perilinfática o fisura del hueso laberíntico que permite la salida de líquido perilinfático del oído interno.
2) Lesiones cerebrales: contusión cerebral a veces con afectación de la substancia blanca, consecuencia de lesiones severas con alteración del nivel de conciencia y síntomas neurológicos asociados; síndrome postcontusional, caracterizado por mareo e inestabilidad inespecífica, ansiedad, cefalea difusa, irritabilidad, embotamiento, astenia, perdida de iniciativa, dificultades visuales, etc., síntomas que persisten tiempo después del traumatismo. Los síntomas crónicos más frecuentes tras la fase aguda de un traumatismo craneoencefálico severo son el vértigo migrañoso y el VPPB, ambos a menudo asociados, pudiendo aparecer también vértigo inducido visualmente.
3) Daño en los tejidos blandos del cuello, como por ejemplo el síndrome del latigazo cervical, caracterizado por inestabilidad inespecífica, desequilibrio, sensación de balanceo, de cabeza vacía, de flotar, de giros dentro de la cabeza y no del entorno.
4) A veces traumatismos craneoencefálicos incluso leves pueden llegar a desencadenar mareos persistentes, inestabilidad, sensaciones de inclinación, balanceo, deslizamiento, etc., que se agravan al estar o ponerse de pie, o por movimientos de la cabeza o del cuerpo, o por el movimiento de los objetos del entorno, o por la exposición a estímulos visuales complejos. Ello puede generar mareo perceptivo-postural persistente.