El trauma acústico es la pérdida de audición producida por la exposición continuada a ruidos intensos o por una exposición breve a un ruido igualmente intenso. Ambas formas de exposición al ruido pueden lesionar los receptores auditivos del oído interno o células ciliadas produciendo una hipoacusia neurosensorial generalmente irreversible y progresiva si la exposición al ruido continúa. La exposición al ruido, si es breve puede producir una pérdida de audición temporal, que se recupera si se interrumpe dicha exposición. En ambos casos, la pérdida auditiva suele acompañarse de acúfenos o ruidos de oído, a menudo el primer síntoma del efecto nocivo de la exposición al ruido en el oído interno.
Ejemplos de ruidos que pueden causar este tipo de hipoacusia son (armas de fuego, petardos), determinados herramientas laborales (sierras mecánicas, martillos neumáticos etc.), especialmente si emiten ruidos de 120 a 140 decibelios. Sonidos por debajo de 75 dB no implican riesgo de daño al oído (una conversación normal alcanza una intensidad de 60 dB y el ruido del tráfico puede superar los 80 dB).
La forma más frecuente de sordera producida por el ruido es la exposición continuada en ambientes laborales, sobre todo industriales (hipoacusia o sordera profesional). Su manifestación principal es el deterioro progresivo de la comunicación, precedido de sensación subjetiva de hipoacusia, a menudo distorsión de algunos sonidos, y acúfenos o ruidos en el oído, intermitentes o continuos.
Merece especial atención el riesgo de pérdida de audición en personas jóvenes asociado al uso de cualquier forma de reproductores musicales portátiles (actualmente sobre todo mediante teléfonos móviles), como sucedió con otros reproductores portátiles utilizados años atrás (p.e.: walkman, compact disc portátiles), cuando el volumen al que se reproduce el sonido alcanza intensidades que pueden dañar el oído y, además, se utilizan de forma continuada. Es recomendable mantener un volumen razonable y no utilizarlos durante periodos prologados de tiempo. La “norma 60 x 60” para prevenir el trauma acústico producido por reproductores musicales recomienda no utilizar el volumen por encima del 60% y no superar los 60 minutos de uso continuado.
La aparición de un ruido en el oído (acúfeno), sufrir molestias ante ruidos, hiperacusia, u oír los sonidos distorsionados suelen ser consecuencia del efecto nocivo inicial del ruido, a menudo transitorios, pero que deben alertarnos interrumpiendo la exposición al mismo para prevenir sus efectos irreversibles.