Calidad de vida y sordera: La disminución de audición se asocia con un deterioro en la calidad de vida relacionada con la severidad de la pérdida auditiva. Es frecuente observar en personas mayores con problemas de audición no tratados una marcada tendencia a aislarse social y familiarmente, dejando de participar en conversaciones, abandonando el uso el teléfono, restringiendo sus salidas a teatros, cines, conferencias, etc., distanciándose de sus amistades al dejar de frecuentar tertulias, partidas de cartas y otras actividades que realizaban cuando podían comunicarse sin problemas.
Un estudio realizado en 2.688 personas con edades comprendidas entre 53 y 96 años utilizando escalas para medir las dificultades para comunicarse y su repercusión en las actividades de la vida diaria, demuestra la relación que existe entre el grado de la pérdida auditiva y el deterioro en la calidad de vida. Los autores concluyen en la necesidad de mejorar los métodos para paliar los efectos de la repercusión de las pérdidas auditivas en la calidad de vida de personas mayores mediante el uso de audífonos, implantes cocleares y sistemas de ayuda y rehabilitación auditiva (Dalton DS y cols.: The impact of hearing loss on quality of live in olders adults. The Gerontologist 2003; 43, Iss. 5; p.661.).
Funciones cognitivas y sordera: La disminución de la agudeza auditiva puede contribuir al deterioro cognitivo. Un estudio epidemiológico realizado en 2.700 individuos mayores de 65 años mostró que en individuos con un deterioro cognitivo moderado o severo era más frecuente encontrar pérdidas auditivas asociadas que en individuos con un funcionamiento cognitivo normal (Martín A y cols.: Hearing in the elderly: a population study. Audiology 2001; 40: 285-93).
Envejecimiento cerebral y sordera: ya en un Congreso de ORL celebrado en 1992, se planteó que la sordera puede contribuir al envejecimiento cerebral: “los resultados de estudios neurológicos revelan que los estímulos auditivos constituyen una parte esencial en la activación de las neuronas cerebrales de compensación, cuyas funciones se activan en la vejez precisamente para paliar la pérdida de otras neuronas”.
“La estimulación cerebral se produce obviamente a través de los sentidos, pero no todos contribuyen de la misma forma. Contrariamente a lo que podría pensarse, la vista solo proporciona el 20% de esos estímulos. Al gusto, al olfato y al tacto se les atribuye un 10% a cada uno. El resto corresponde al oído”. Estudios efectuados en grupos de personas de edad revelaron que “los síntomas de envejecimiento cerebral se habían precipitado con mayor rapidez en los que padecían hipoacusias. De ahí la importancia de tratar en estos casos la sordera, ya que el 80% de las sorderas pueden resolverse o corregirse con un audífono y otro 15% mediante intervención quirúrgica. Solo un pequeño porcentaje es intratable”.